Reflejada {Nicole Corleone}

Nada más conseguir volver al castillo, después de que dejara de llover y de despedirme de Adam, de quien me había alegrado enormemente de ver, había caminado hasta el cuarto de baño. Me había calado y no era nada difícil pensar que mi pelo parecería más un nido de pixies que mi pelo. De ser así haría que fuese rubio para darle más drama al asunto.
Así que allí estaba yo, plantada frente a la puerta del cuarto de baño pensando si sería buena idea o no entrar y verme la cara en el reflejo. Inspiré y atravesé las puertas como un torbellino directa al espejo. Lo que vi no era muy diferente de lo que me esperaba ver. Tenía el pelo rojo completamente empapado, despeinado y aplastado; seguramente también escurrirían por él las gotas más rezagadas pero eso no lo podía saber ya que mi ropa también estaba calada.
Apoyé las manos sobre el lavabo. ¡Claro, cómo no se me había ocurrido antes! Saqué la varita de mi bolsillo y me apunté mientras murmuraba un conjuro secador. Ahora sí. Asentí satisfecha y volví a guardar la varita en el bolso de la túnica, junto con mi libro estropeado. Después sacudí las manos como quien acaba de terminar un gran trabajo y di media vuelta dispuesta a salir de allí e ir a la sala común de los leones. Después de todo me merecía un descanso.

Casi me da un infarto cuando al girarme me encontré con cierta rubia buscaproblemas. Me llevé una mano al pecho, intentando que mi corazón volviera a latir a un ritmo normal, y sonreí para después dar un pequeño abrazo a mi amiga. Después de todo tampoco había sabido mucho de ella durante el verano. En ese mismo momento me arrepentí de haberme secado, así la habría podido mojar y reírme un rato.
- Parece que hoy es un día de encuentros - dije, más para mí misma que para Nicole - ¿Has visto como llueve? Estaba fuera cuando empezó a caer esa lluvia - le conté mientras me ataba el pelo en una cola alta y llevaba una de mis manos a mi cadera -. Pensé que iba a morir ahogada allí fuera, pero por suerte el puente techado estaba cerca - continué con mi relato. Desde luego le podría haber contado todo lo que había hecho durante el verano, pero me parecía más entretenido, y novedoso, contarle mis aventuras como pez de hacía pocos minutos -. Además, me encontré con Adam - finalicé mi relato, realmente resumido antes de mirarla de arriba abajo con una mirada escrutadora. Como si estuviera intentando sacarle toda la información posible de su verano con una simple mirada.

Suspiré. Aún tenía en la cabeza la imagen de la lluvia cayendo a toda velocidad. Si Nicole quería salir a dar un paseo tendría que salir con el paraguas más grande y fuerte jamás visto en la historia muggle. Y dudaba que ella hiciera tal cosa, después de todo suponía que aún le quedaba algo del sentido del ridículo.

- Entonces es un honor para mí ser la primera persona con la que cruzas una palabra en este, el día de hoy - dije en tono solemne mientras hacía una reverencia algo exagerada. Después me incorporé y la miré un poco más seria -. Ha escampado un poco, pero no te recomiendo salir, ya sabes como es el tiempo: ahora no llueve y en cinco minutos tienes que llegar a los sitios nadando - pasé una mano por mi pelo y la dejé fija en las puntas, donde empecé a jugar con él haciendo ondas entre mis dedos. Poco después alcé la vista perpleja, ¿de verdad que no le había hablado de Adam? Definitivamente necesitaba una recordadora. Rodé los ojos, furiosa conmigo por eso -Sí, Adam, un buen amigo mío, como tú. Es de mi casa - expliqué rápidamente mientras ella me hacía a un lado. Sonreí, desde luego a veces mi amiga mostraba muy poca amabilidad, y aún así, si no lo hiciera, no sería ella - ¡Auch, chica dura, eso ha dolido! - bromeé. Desde luego que sabía que no mordía, o al menos que a mí no me mordía -, se va notando que te estás volviendo loca - añadí mientras saltaba sobre su espalda, vieja manía mía, y la tapaba los ojos con las manos -. ¡Y encima no ves! - añadí riendo. Cuando me calmé un poco bajé de su espalda y la miré a través del espejo - Tendremos que hacer que la Puffy no se aburra, ni se vuelva loca por estar encerrada en cuatro paredes muy, pero que muy grandes - aseguré mientras me llevaba una mano a la barbilla y pensaba en algún plan que nos podría servir como entretenimiento aquel día.

Me llevé una mano a la nuca, rascándome el cuello y puse cierta cara infantil, cara que solía acostumbrar a poner cada vez que hacía una de esas cosas que ciertamente no eran muy normales, pero que en el momento parecían buenas ideas. Alcé la vista para mirar a Nicole a los ojos y moví ligeramente mi pie izquierdo sobre el suelo.
- Ya, bueno, en realidad cuando salí no parecía que fuese a llover - me defendí. Realmente era cierto, no parecía que fuera a llover, pero llevaba un buen rato fuera ya, y en ese tiempo y con el otoño londinense sobre nosotros, estaba claro que eso no era ningún seguro -. Lo único que lamento es que me he quedado sin un libro; después de todo la lluvia está bien - me hubiera gustado hacer algo para que sintiera algo parecido a la lluvia, pero quien estaba más cerca del grifo era ella, no yo.

Dirigí mi mirada hacia la ventana que daba al exterior, en aquel momento tampoco parecía que fuera a volver a llover, aunque el cielo estaba cubierto y el sol luchaba por salir. Me pregunté cuando caerían las primeras nieves, y también donde estarían mis primos pues se me hacía raro no haberme topado con nadie de la familia a estas horas. Suspiré.
- ¿Hablar? - pregunté pensando en una buena respuesta. Una nunca podría decir con exactitud que fue lo que hablamos, era imposible, pero sí podía contarle algunas cosas, cosas que en realidad no eran más que bobadas. Tonterías - La verdad es que no sabría que decirte - expliqué -. Pero puedo decir que fue el intento de salvador de mi libro, si no hubiera aparecido ahora sería... ¿pasto del césped? - ¿cómo explicaba alguien que su libro habría muerto? Nunca se me había planteado aquel interrogante y, ciertamente, dudaba que se volviera a plantear -. Aunque, la verdad, tampoco es que se haya salvado mucho. Mira - dije señalando el libro empapado.

Sonreí ante su comentario. En nuestro mundo las paredes podían ser cristales si sabíamos las palabras adecuadas; aún así sabía que mi amiga era hija de muggles y que tal vez eso hiciera que tuviera una forma de pensar diferente a la mía en cuanto a lo que una pared podría ser o no ser. De haber sido algo mayor, posiblemente sabría cómo hacer para que las paredes fueran burros, pero no lo sabía y, por tanto, Nicole seguía estando encerrada.
- Pero aunque paredes sean, la imaginación es tan grande que podemos imaginar que estamos... ¡en Madagascar! - solté, así, de pronto.

Y lo que algo antes había querido hacer yo fue exactamente lo que hizo Nicole: mojarme con agua. Sacudí la cabeza y la miré con una ceja alzada.
- Eres mala, ¿lo sabías? - medio bufé al haberme sentido por segunda vez en el día acosada por las gotas de agua -, ahora ya no quiero ir contigo a Madagascar. ¡Me iré yo sola! - dicho aquello cerré los ojos fuertemente, como si estuviera intentando desaparecer de ahí, ya fuera por arte de magia o por que gracias al poder de mi mente se creara un agujero en el suelo que me hiciera desaparecer.