Un paseo en la noche {Rebeca

Era de noche y en verdad no podía quedarme dormida, las chicas en Ravenclaw siempre se quedaban dormidas en segundos, obviamente sin antes el ritual de hablar sobre chicos y ropa y esas cosas, pero obviamente en Ravenclaw, supongo que era mucho menos que en otras casas. Yo por mi parte me dedicaba a entrar a mi habitación, ponerme la pijama y aparentar que no están ahí, pensando en lo que fuera, para quedarme dormida. Pero ese día no había funcionado, y las luces y todo ruido posible había desaparecido, y me encontraba en mi cama moviéndome de un lado a otro, mirando por la ventana y deseando estar ahí, afuera. Pero no, no podía salir, el toque de queda había sido hace mucho y si me pillaban... Si me pillaban afuera sería horrible. No quería estar castigada. Tenía un récord, jamás me habían castigado...

Pero, ¡espera!, creo que dejé uno de mis libros en la torre de Astronomía. Y no tenía clases hasta el viernes... Tal vez si iba ahora, nadie lo tomaría sin permiso luego.
En fin, sin necesitar realmente una escusa, me levanté de mi cama y me coloqué unos jeans y me puse el polerón color negro que una vez Adam me había prestado, y que jamás le había devuelto. Aún tenía su aroma que me embriagaba. En fin, salí de la sala común con mucho silencio, empuñando mi varita, y en cuanto me encontré en la torre de Ravenclaw, susurré: "Lumos", y mi varita comenzó a desprender una luz plateada.

Caminé en silencio y algo perturbada cada vez que oía algún ruido de viento, aves o lo que fuera. Si pillaba a la anciana Señora Norris, seguro Filch estaría frente a mi con sus verrugas y su asquerosa cara en lo que dices Quidditch. Y finalmente llegué a la Torre de astronomía. Entré en el lugar sigilosamente, pero el corazón me dio un vuelco al ver una silueta.

-¡No es lo que parece! -solté apegandome a la pared.

Cuando el corazón dejó de latirme por el miedo, comenzó a latirme fuertemente por la emoción. ¡Era Adam!, no lo veía desde el último día de clases el año pasado, unos tres meses que parecieron milenios sin sentir su aroma, sin poder abrazare ni besarle, sólo conformándome con mandarle cartas a escondidas de mis padres, y hasta logrando que mi lechuza, Rolf, se opusiera rotundamente a volver a llevar una carta. Luego de ello había decidido robar la de mi madre unos días, mientras ella salía de viaje a Francia. No lo notaría, claramente, y no me llevaría problemas.

Pero ahora estaba ahí, frente a mí, y no necesitábamos nada de papeles, ni nada de plumas, ni nada de lechuzas para poder hablarnos, para poder expresarnos entre sí. Sonreí como nunca en mucho tiempo cuando me abrazó y me besó la mejilla provocando que mis mejillas se coloraran de un carmesí completamente contrastante con mi piel, y que mis reflejos comenzaran a fallar como estúpida. Reí tontamente y le tomé la mano.

-Adam, te he extrañado... Tanto este tiempo -comencé tratando de controlarme un poco.

Pero no pude, y es que cuando estaba con él era muy difícil lograrlo, era casi imposible calmar mi mente y mis impulsos. Me lacé sobre él y lo besé en los labios. Ambos caímos hacia atrás y lo abracé como si mi vida dependiera de ello

-No podemos volver a pasar tanto tiempo separados, soy capaz de huir de casa, de robar una escoba, de lo que sea, pero jamás, nunca más tanto tiempo -solté abrazándolo.

Le sonreí tiernamente a Rebeca ante lo que dijo, yo también la había extrañado todo este tiempo sin habernos visto, se me había hecho eterno. Dicen que cuando uno esta aburrido el tiempo pasa más lento que una tortuga en un maratón contra un caracol, pero cuando uno estaba divirtiéndose el tiempo pasaba como un conejo en maratón contra un caballo. Mi situación en las vacaciones habían sido la primera opción, mi familia era una cuerda de aburridos, mis hermanos me molestaban a cada momento, y con la única que pude hablar un poco fue con Grace que era la única "divertida" de la familia; y no había visto a nadie conocido (además de mi familia) en las vacaciones porque toda la familia se le había ocurrido la grandiosa idea de irnos a Alemania para pasar verano allá (creo que era por eso que mi lechuza no quiso seguir entregando cartas).

Y ahora podía ver a Beca cara a cara, sin necesidad de enviarnos fotos y cartas. Salí de mis pensamientos cuando me sentí caer el suelo, solté un quejido bajito y miré riendo a Rebeca, solté una carcajada con lo que dijo y la abracé protectoramente.

-Te prometo que jamás nos separaremos así, o yo moriré en el intento -dije, mientras la volvía a besar en los labios, sin molestarme estar en el suelo y ella encima mio.